La discapacidad intelectual se caracteriza por la presentación de limitaciones significativas para el buen funcionamiento en la vida diaria, así como para la comprensión e interacción con el entorno. NO se considera una enfermedad mental.
Debido a la connotación negativa y tan poco apropiada de términos anteriores (como «retraso mental»), se optó por «discapacidad intelectual» para abordar la realidad de un modo menos ofensivo.
Si se tienen en cuenta las pruebas de cociente intelectual (CI), se cree que un 3% de la población general muestra discapacidad intelectual. Sin embargo, se reduce al 1% si lo que se evalúa es la necesidad de apoyo. Se estima que en España hay alrededor de 300.000 personas con discapacidad intelectual.
Discapacidad de desarrollo y discapacidad intelectual
La discapacidad intelectual se ancla dentro de un concepto más amplio denominado discapacidad del desarrollo. Este también incluye otros aspectos como la parálisis cerebral, los Trastornos del Espectro Autista (TEA) y más condiciones que requieren un apoyo similar.
¿Qué tipos de apoyo existen?
Dependiendo de la autonomía de la persona, los tipos de apoyo se dividen en:
Intermitente: necesidad de apoyo esporádico.
Limitado: necesidad de apoyo para ciertas tareas.
Importante: necesidad de apoyo diario.
Profundo: necesidad de apoyo para todas las tareas diarias, incluyendo cuidados especializados y continuos.
¿Cómo se diagnostica la discapacidad intelectual?
Tanto la variabilidad individual como la variedad ambiental son importantes a la hora de evaluar un caso con posible discapacidad intelectual. No obstante, el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) establece una serie de criterios diagnósticos:
Déficit en el funcionamiento intelectual. Afecta a áreas como el razonamiento, el aprendizaje (académico o por experiencia), la planificación, la toma de decisiones, la solución de problemas, etc.
Déficit en la conducta adaptativa. Afecta a áreas como los estándares sociales y culturales, la responsabilidad social y la autonomía personal. Necesitan ayuda frecuentemente para llevar a cabo las tareas cotidianas. Se pueden ver afectadas las habilidades adaptativas conceptuales, prácticas y/o sociales.
El inicio de los déficit intelectuales y adaptativos siempre debe aparecer durante el período de desarrollo.Los rasgos concretos y la edad de aparición dependerán del tipo, la causa y la gravedad. Los hitos evolutivos fundamentales darán una pista del correcto desarrollo (o no) antes de los 18 años.
Síntomas de la discapacidad intelectual
Además de los criterios diagnósticos antes mencionados, existen una serie de síntomas que nos pueden ayudar a reconocer una posible discapacidad intelectual.
Dificultades de desarrollo general
La discapacidad intelectual se encuadra dentro de los trastornos del neurodesarrollo. Los grandes afectados suelen ser el desarrollo motor, el desarrollo del lenguaje y/o el desarrollo social. Estos normalmente se alcanzan más tarde que la media para su edad.
En los casos más graves, se podrá detectar temprano; en los más leves, la escolarización evidenciará la dificultad para los diferentes tipos de aprendizaje.
Dificultades de desarrollo cognitivo
Los niños con alguna discapacidad intelectual atraviesan los mismos estadios evolutivos que el resto, manteniendo el orden. Sin embargo, lo harán de un modo más lento. Y no siempre ocurre, pero sus niveles pensamiento suelen guardar las características de períodos más primarios.
Rasgos físicos distintivos
Existen ciertos rasgos físicos asociados a algunos tipos de discapacidad intelectual, normalmente a aquellas de origen genético. No siempre se muestran evidentes.
Problemas de salud
Quienes presentan discapacidad intelectual suelen padecer entre 3 y 4 veces más trastornos físicos, médicos, neurológicos y mentales que la población general.
Problemas de salud física. Presentan mayor riesgo y prevalencia ante enfermedades como epilepsia, diabetes, obesidad, demencia, enfermedades de transmisión sexual (ETS), VIH, etc. Los programas de salud dirigidos a esta población específica cobran especial importancia.
Problemas de salud mental. Presentan mayor prevalencia ante trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo, alteraciones del sueño y esquizofrenia.
Dificultades en el lenguaje y la comunicación
Es habitual que las personas con discapacidad intelectual muestren un lenguaje equivalente al de personas de menor edad. Cuanto más grave es la discapacidad intelectual, mayores problemas aparecen en este ámbito.
Alteraciones de conducta
Pueden manifestarse con diferente duración, frecuencia e intensidad. Suelen deberse a problemas emocionales asociados a la exclusión y discriminación, a la frustración por no poder expresar correctamente sus necesidades y deseos, o por el simple hecho de no tener una mejor forma para transmitir cómo se sienten. No llevan a cabo este tipo de conductas porque sí, sino que guardan una función.
Las conductas problemáticas pueden influir de forma negativa en su desarrollo personal, así como en la interacción con la comunidad. Como es de suponer, no son muy bien recibidas por las redes de apoyo.
¿Cuáles pueden ser las causas de la discapacidad intelectual?
No existe una única razón, por lo que decimos que es multicausal. En la actualidad, se considera que existe una interacción entre cuatro tipos de factores de riesgo: biomédico, conductual, educativo y social. No solamente afectarían al sujeto en sí, sino que estos riesgos se pueden extender entre generaciones.
Causas prenatales (antes del parto)
Nivel biomédico: trastornos asociados a un solo gen, trastornos cromosómicos, enfermedades de la madre, malnutrición materna, edad de los padres, etc.
Nivel conductual: consumo de tóxicos (alcohol, tabaco o drogas) por parte de los padres, inmadurez de estos, etc.
Nivel educativo: discapacidad intelectual de los padres, falta de preparación de estos para la paternidad, etc.
Nivel social: pobreza, falta de acceso a cuidados durante la gestación, violencia doméstica, etc.
Causas perinatales (durante el parto)
Nivel biomédico: parto prematuro, lesiones durante el nacimiento, hipoxia, etc.
Nivel conductual: rechazo o abandono por parte de los padres.
Nivel educativo: falta de servicios de intervención después del alta.
Nivel social: ausencia de cuidado por parte de los padres.
Causas posnatales (tras el parto)
Nivel biomédico: traumatismo craneoencefálico (TCA), epilepsia, infecciones encefálicas, malnutrición, etc.
Nivel conductual: maltrato, abandono o negligencia parental, aislamiento, etc.
Nivel educativo: carencias en la crianza, déficit en los servicios de atención temprana, diagnóstico tardío, bajos o inadecuados apoyos, etc.
Nivel social: interacción deficiente entre el niño y sus padres (o su cuidadores), estimulación deficiente, institucionalización, pobreza familiar, etc.
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